La Unión Europea se ha labrado un papel protagonista en el campo de los superordenadores, con cuatro de las diez máquinas más potentes del mundo. Entre ellas destaca el HPC6 de Eni, situado en Ferrera Erbognone (Italia), con una capacidad de cálculo de 606 millones de billones de operaciones por segundo, lo que lo sitúa en el sexto puesto de la clasificación mundial. Una herramienta capaz de realizar en pocos instantes operaciones que un ordenador tradicional tardaría años en completar.
Presentado por Ursula von der Leyen como símbolo de la excelencia tecnológica europea, el superordenador italiano se ha desarrollado con fines industriales: optimiza el funcionamiento de las instalaciones, mejora los estudios sobre el almacenamiento de CO₂ y contribuye a la investigación sobre baterías de alto rendimiento, sectores cruciales en la transición energética. Junto con el alemán Jupiter, el finlandés Lumi y Leonardo, otro superordenador italiano, representa la vanguardia de un continente que aspira a no quedarse atrás en la competencia global.
High performance computing
Sin embargo, los avances en la informática de alto rendimiento no se reflejan de manera proporcional en la inteligencia artificial. Según Mario Draghi, la brecha es evidente: en el último año, Estados Unidos y China han producido 40 y 15 modelos fundamentales de IA, respectivamente, mientras que Europa se ha quedado en 3. Un retraso que limita la capacidad de las industrias europeas para desarrollar soluciones propias y coloca al continente en una posición vulnerable.
Draghi, que intervino en la conferencia «Un año después del informe Draghi», hizo un llamamiento al despertar colectivo. Para colmar la brecha se necesitan inversiones estratégicas que aúnen recursos públicos y privados y refuercen una cultura de investigación sólida. «Ignorar la rapidez de la innovación tecnológica —advirtió— significa comprometer la competitividad europea en las próximas décadas».
La Comisión Europea ha anunciado un plan de 200 000 millones de euros para la inteligencia artificial, que prevé la creación de cuatro gigafábricas dedicadas, financiadas inicialmente con 20 000 millones. El interés del sector ha superado las expectativas: se han recibido propuestas por valor de 230 000 millones, lo que demuestra la vitalidad industrial del sector. Sin embargo, Draghi ha advertido que, con una deuda pública prevista del 93 % del PIB en diez años, las posibilidades de inversión a largo plazo siguen siendo limitadas.
Por lo tanto, el reto consistirá en integrar la potencia de los superordenadores con estrategias eficaces de desarrollo de la IA, creando un ecosistema capaz de transformar la innovación tecnológica en una ventaja competitiva. Solo un enfoque cohesionado y a largo plazo permitirá a Europa no solo recuperar terreno, sino también aspirar al liderazgo mundial.