Del modernismo al racionalismo: un viaje de autor a Las Palmas de Gran Canaria

Scritto il 09/10/2025
da Redacción

Las Palmas de Gran Canaria se configura como un palimpsesto arquitectónico estratificado, en el cual cada edificio, plaza y fachada constituye un testimonio tangible de entrelazamientos culturales, influencias europeas y raíces locales. El itinerario «Del modernismo al racionalismo» invita a recorrer la ciudad con lentitud analítica y curiosidad crítica, para descubrir cómo el lenguaje arquitectónico se ha convertido en expresión identitaria, suspendida entre ornamento y función, memoria e innovación.

 El modernismo atlántico: cuando el ornamento narra la identidad

A principios del siglo XX, Las Palmas atraviesa una fase de notable prosperidad económica, determinada por la intensificación del tráfico comercial y marítimo. En este clima de apertura cosmopolita, el modernismo —declinación local del Art Nouveau europeo— encuentra terreno fértil para su desarrollo.

Líneas sinuosas, motivos fitomorfos, cerámicas esmaltadas y hierro forjado caracterizan las nuevas fachadas ciudadanas, manteniendo no obstante un diálogo constante con la tradición constructiva canaria, articulada en torno a patios interiores y balcones de madera.

A lo largo de la Calle Triana y en el área próxima al Parque de San Telmo se suceden elegantes palacios, entre los cuales:

- Casa Negrín (1902), considerada la primera obra modernista “pura” del archipiélago canario;
- el Gabinete Literario, caracterizado por una fachada escenográfica e interiores ricamente decorados;
- Casa Bosch Sintes, Casa Benjumea y Palacio Rodríguez Quegles, ejemplares de refinada transición entre eclecticismo historicista y lenguaje moderno.

En este contexto, el ornamento no constituye un mero elemento decorativo: representa una afirmación cultural, símbolo de progreso y, al mismo tiempo, arraigo en el contexto geográfico y antropológico. El modernismo de Las Palmas se configura así como «híbrido atlántico»: europeo en sus matrices formales, profundamente insular en su espíritu.

De la curva a la línea: el racionalismo insular de Miguel Martín-Fernández de la Torre

En los años treinta del siglo XX, la ciudad inaugura una nueva temporada arquitectónica: la del racionalismo. El arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre asume un papel determinante en esta transición, introduciendo en la isla los principios del Movimiento Moderno europeo y reelaborándolos con marcada sensibilidad contextual.

Las líneas adquieren pureza geométrica, los volúmenes se hacen esenciales, la decoración se reduce a los mínimos términos. Sin embargo, esta modernidad no resulta abstracta ni impersonal: permanece estrechamente correlacionada con las condiciones climáticas, la calidad de la luz, la vida cotidiana de los habitantes.

Un lugar emblemático es Ciudad Jardín, barrio concebido como laboratorio urbano, en el cual se articulan residencias unifamiliares de fachadas sobrias, ventanas en esquina, terrazas ventiladas y tonalidades cromáticas cálidas, como el célebre «color gofio», una tonalidad arenosa que refleja la luz atlántica sin producir deslumbramiento.

Otros ejemplos significativos del racionalismo local incluyen el Edificio Mulet, la Colonia Alvarado, la Colonia I.C.O.T., el Cine Cuyás, el Hotel Parque y el Cabildo Insular, auténticos manifiestos de una arquitectura funcional pero formalmente controlada, pensada para la dimensión colectiva.

El racionalismo en Las Palmas no opera una cesura con el pasado: lo reinterpreta a través de un lenguaje renovado, más sobrio pero igualmente identitario.

Clima, materiales y color: el arte de construir con el lugar

Uno de los aspectos más significativos de este itinerario consiste en la comprensión de las modalidades a través de las cuales arquitectos y maestranzas han elaborado estrategias proyectuales en diálogo con las condiciones ambientales.

En una ciudad caracterizada por elevada insolación y humedad constante, la arquitectura se configura como ejercicio de adaptación bioclimática: basamentos en piedra volcánica para garantizar inercia térmica, revestimientos cerámicos que reflejan el calor, brise-soleil y galerías para favorecer la ventilación natural.

El color asume un papel fundamental: desde las tonalidades arenosas a los matices ocres, cada elección cromática contribuye a crear equilibrio perceptivo y confort térmico. Se puede por tanto hablar de una «modernidad situada»: un modo de ser contemporáneos sin traicionar la propia identidad insular.

Una ciudad estratificada: conservar, valorizar, vivir

Atravesando Las Palmas, emerge con evidencia la continuidad entre épocas y lenguajes arquitectónicos. Modernismo y racionalismo no se contraponen dialécticamente, sino que se superponen y dialogan, restituyendo la narración de una ciudad en constante transformación.

El desafío contemporáneo consiste en la preservación de este patrimonio frágil, a menudo amenazado por intervenciones de restauración impropias o por la pérdida de detalles originarios. Se hacen necesarios proyectos de valorización que conjuguen conocimiento histórico-crítico, sensibilidad proyectual y participación comunitaria, a fin de que el patrimonio arquitectónico continúe constituyendo elemento vivo de la memoria colectiva.

Las Palmas se configura así como mosaico viviente, en el cual el arte de construir deviene memoria compartida y la ciudad misma se transforma en lección permanente de arquitectura mediterránea y atlántica.

Itinerario aconsejado: al descubrimiento de la arquitectura de Las Palmas

Para aquellos que pretendan experimentar directamente el patrimonio arquitectónico de la ciudad, se propone el siguiente recorrido:

Etapa 1 – El modernismo en el centro histórico
Desde la Plaza de Santa Ana a la Calle Triana, con paradas en el Gabinete Literario y el Palacio Rodríguez Quegles, hasta los quioscos revestidos en cerámica del Parque de San Telmo.  
Recomendado en las horas matutinas, cuando la luz rasante valoriza relieves y decoraciones plásticas.

Etapa 2 – El racionalismo de Ciudad Jardín
Visita de Casa Alvarado, Casa Curiá, Colonia I.C.O.T. y Hotel Parque.  
Ideal al atardecer, cuando las tonalidades cálidas de las fachadas se armonizan con la luz dorada del crepúsculo.

Durante el recorrido, es fundamental prestar atención a los detalles: un tirador en hierro forjado, una ventana en esquina, un azulejo de mayólica. Estos fragmentos constituyen huellas materiales de una precisa atmósfera cultural.

Las Palmas de Gran Canaria trasciende la dimensión de simple destino balneario para configurarse como museo difuso, en el cual la evolución del lenguaje arquitectónico refleja el carácter abierto, culto y creativo de la isla.

Del modernismo ornamental al racionalismo funcional, cada barrio ofrece una pieza de una narración más amplia: la de una modernidad generada por el diálogo entre forma estética y condiciones ambientales, tradición constructiva e innovación proyectual.

Visitar Las Palmas con esta mirada crítica significa no limitarse a la observación superficial, sino comprender los procesos culturales y técnicos que han plasmado la identidad urbana. Significa, en última instancia, atravesar no solo una ciudad, sino su propia alma arquitectónica.​​​​​​​​​​​​​​​​