El turismo europeo está cambiando de rostro, y las Islas Canarias son su símbolo. En 2025, el archipiélago español registra resultados récord: solo en agosto recibió a más de 1,2 millones de turistas extranjeros, lo que supone un crecimiento del 6 % con respecto al año anterior. No es de extrañar: gracias a su clima templado durante todo el año y a una oferta hotelera diversificada, las Canarias se confirman como uno de los destinos más sólidos y constantes del continente.
 Pero, mientras el Atlántico español vuela, muchas otras islas europeas muestran tendencias más complejas. Las Baleares, las islas griegas, Sicilia, Cerdeña e incluso las más «verdes» Madeira y Azores se enfrentan al reto de conciliar crecimiento, sostenibilidad y estacionalidad.
Canarias: crecimiento constante y estaciones más equilibradas
La principal ventaja de las Canarias es su clima: las temperaturas medias entre 20 y 26 grados permiten atraer visitantes durante todo el año, haciendo que las diferencias estacionales sean casi irrelevantes.
 En 2025, los flujos turísticos se distribuyen de forma continua también en los meses de otoño e invierno, respaldados por una oferta cada vez más variada: turismo naturalista, senderismo, observación astronómica y festivales culturales.
 Sin embargo, el éxito tiene un precio. Las islas se enfrentan a fuertes presiones medioambientales y sociales. En Tenerife y Lanzarote han surgido protestas contra el exceso de turismo, y en 2025 se introdujo una ecotasa para acceder a algunas áreas protegidas, como el Parque del Teide. Es una señal de la creciente concienciación: el turismo sigue siendo vital para la economía (más del 35 % del PIB regional), pero la sostenibilidad es ahora un requisito, no una opción.
Baleares: volúmenes récord, pero estacionalidad rígida
A diferencia de las Canarias, las Baleares —con Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera— siguen concentrando la mayor parte de los flujos turísticos en verano.
 Entre enero y agosto de 2025, las llegadas internacionales alcanzaron los 11,5 millones (+3,2 %), con un agosto récord, pero a partir de septiembre se produjo un descenso notable. El archipiélago sigue dependiendo en gran medida de la temporada balnearia, y los gobiernos locales están probando políticas para reducir la presión estival, incentivando el turismo cultural y naturalista en los meses más tranquilos.
 Aquí también crece la sensibilidad hacia la sostenibilidad: campañas de comunicación menos agresivas, límites a los grandes eventos e inversiones en movilidad ecológica dan testimonio de un cambio de mentalidad.
Grecia: una temporada desigual tras un año récord
El año 2024 fue un año dorado para Grecia, con más de 36 millones de visitantes, pero el 2025 muestra señales contradictorias.
 Las islas más grandes, como Creta y las Jónicas, siguen creciendo, mientras que algunas de las más famosas, como Santorini, registran descensos en las llegadas por avión y en los cruceros, debido también a una microsismicidad que ha frenado el turismo primaveral.
 La estacionalidad sigue siendo muy marcada: junio, julio y agosto concentran la mayor parte de los flujos, mientras que el otoño y el invierno siguen teniendo dificultades para imponerse como períodos atractivos, a diferencia de lo que ocurre en las Islas Canarias.
Madeira y Azores: pequeñas pero en auge
En el cercano Atlántico portugués, Madeira y las Azores están emergiendo como alternativas más sostenibles y especializadas.
 Madeira registró en 2025 un récord de pernoctaciones e ingresos, con un aumento del 12 % ya en primavera; las Azores, en el mismo periodo, vieron crecer el número de pasajeros desembarcados en un 4,3 % y superaron las 690 000 pernoctaciones en agosto.
 Se trata de cifras más modestas en comparación con los grandes destinos, pero significativas por su tamaño y por su capacidad para atraer un turismo atento a la naturaleza y a las bajas densidades. Su punto fuerte es precisamente este: un crecimiento equilibrado, una gestión controlada de los flujos y una identidad auténtica.
Un Mediterráneo en transformación
Si observamos el panorama europeo en su conjunto, el cuadro es claro: las Canarias siguen siendo el modelo más estable y resistente, con una desestacionalización que ya es estructural. Las Baleares y las islas griegas siguen siendo polos de atracción muy fuertes, pero con ciclos más cortos y vulnerables. Por último, las islas portuguesas encarnan una vía «lenta», más pequeña pero más sostenible.
 El futuro del turismo insular dependerá de la capacidad de equilibrar cantidad y calidad. Las islas que sepan reinventarse, ofreciendo experiencias auténticas, protegiendo el medio ambiente y alargando la temporada, serán las que realmente prosperen, incluso más allá de las modas del momento.