El 25 de noviembre llama la atención sobre una realidad que pesa no solo sobre las víctimas, sino sobre toda la sociedad. La violencia contra las mujeres tiene un coste económico enorme: gastos sanitarios, apoyo psicológico, asistencia legal, protección, pérdida de productividad e interrupciones laborales. Estudios internacionales indican que el total puede equivaler a porcentajes relevantes del PIB – en algunos países europeos se estima entre el 1% y el 2% – evidenciando cuánto incide el fenómeno profundamente en el desarrollo económico y social de un país.
Las consecuencias sociales son aún más profundas y duraderas. La violencia genera inseguridad, aislamiento y limita drásticamente la participación de las mujeres en la vida pública y comunitaria. Afecta la salud mental y física de manera a menudo permanente, obstaculiza trayectorias de estudio y carrera, y puede influir negativamente en las generaciones futuras, que corren el riesgo de interiorizar modelos relacionales distorsionados y perpetuar ciclos de abuso.
Incluso en contextos aparentemente alejados de estas problemáticas, como las Islas Canarias, la sensibilización sigue siendo fundamental. El archipiélago, aunque sea un destino asociado al bienestar y la serenidad, no es inmune al fenómeno de la violencia de género. Las autoridades locales han implementado en los últimos años programas de prevención y centros de apoyo distribuidos en las diferentes islas, reconociendo que la seguridad de las mujeres es un pilar esencial para una comunidad sana. Iniciativas educativas en las escuelas, campañas de sensibilización y redes de apoyo psicológico representan pasos concretos hacia una cultura del respeto que debe impregnar cada territorio, desde las grandes ciudades hasta los pequeños municipios insulares.
El Día Internacional invita a invertir con decisión en prevención, educación en el respeto desde la infancia y apoyo concreto a las víctimas. Hacen falta redes territoriales sólidas, sistemas de protección eficaces y oportunos, y una cultura difundida que reconozca y combata toda forma de discriminación y violencia. No basta con condenar: es necesario construir alternativas, ofrecer salidas seguras y garantizar que ninguna mujer deba afrontar sola el miedo o el trauma.
Una sociedad que protege a las mujeres, que defiende su dignidad y valora su libertad, construye un futuro más justo, seguro y próspero para todos. El 25 de noviembre no es solo una fecha simbólica: es un llamado a la acción cotidiana, a la responsabilidad colectiva y al compromiso constante para transformar la cultura y las estructuras que todavía permiten que la violencia exista.