Las Islas Canarias, símbolo de turismo de excelencia y clima perfecto durante todo el año, podrían enfrentarse a un desafío inédito y potencialmente peligroso. La expansión de las aerolíneas de bajo coste hacia nuevos destinos en el Atlántico, como Dakhla y Cabo Verde, está redibujando las rutas del turismo europeo, poniendo en cuestión un dominio que durante años parecía inquebrantable. La llegada de Ryanair, easyJet y Transavia a estos destinos emergentes no es solo una novedad, sino una señal de alerta para un sector que corre el riesgo de sufrir un progresivo desvío de los flujos turísticos.
Ryanair, con sus vuelos desde Madrid y Lanzarote hacia Dakhla a partir de 29,99 euros, está transformando una pequeña localidad sahariana en un destino accesible y atractivo para millones de turistas. Esta ruta, que implica directamente a Canarias, no puede ser ignorada: Dakhla se presenta como una alternativa exótica para quienes buscan aventura, autenticidad y, sobre todo, precios más bajos. No es simplemente una adición a la oferta turística global, sino una opción que podría atraer incluso a los residentes canarios, acostumbrados a viajar a la península ibérica u otras islas cercanas para su tiempo libre.
Mientras tanto, easyJet ha inaugurado vuelos directos desde Lisboa y Oporto hacia la isla de Sal, en Cabo Verde, con tarifas que comienzan en 83,99 euros. Transavia completa el panorama con conexiones desde París y Ámsterdam hacia Sal y Boa Vista. Estos precios, combinados con la posibilidad de organizar triangulaciones de vuelos, ofrecen a los turistas una nueva libertad de elección, poniendo a Canarias en competencia directa con destinos que, hasta hace pocos años, ni siquiera estaban en el radar del turismo masivo. Cabo Verde, con su clima tropical, playas vírgenes y un costo de vida inferior, se está posicionando como una alternativa cada vez más creíble.
Pero el verdadero riesgo no reside únicamente en las cifras de los nuevos vuelos o en los precios competitivos. El peligro está en la narrativa que se está construyendo en torno a estos destinos: Dakhla y Cabo Verde no se presentan como simples alternativas, sino como experiencias auténticas e inexploradas, alejadas del turismo masivo. Una imagen que podría atraer especialmente a los jóvenes y viajeros más dinámicos, que hoy representan una porción creciente del mercado turístico. Y esto mientras Canarias, en ocasiones, es percibida como un destino “consolidado”, casi predecible, aunque aún tenga mucho que ofrecer.
Canarias no puede permitirse ignorar esta señal. Los residentes, que conocen mejor que nadie las dinámicas del turismo local, saben cuánto depende la economía del archipiélago de su capacidad para atraer y retener visitantes. El turismo es el corazón de Canarias, pero para mantener este liderazgo hay que adaptarse, innovar y renovarse. Las infraestructuras, ya excelentes, no son suficientes. Es necesario apostar por una oferta que combine sostenibilidad, experiencias auténticas y, sobre todo, nuevas estrategias de marketing para devolver el foco a la singularidad de las islas.
La expansión de las rutas de bajo coste hacia Dakhla y Cabo Verde es una oportunidad para los viajeros, pero una señal de alerta para Canarias. El riesgo no es solo perder parte de los flujos turísticos, sino también que estos nuevos destinos se apropien de esa narrativa de “exótico, auténtico y asequible” que durante años ha hecho a Canarias imbatible.
Ryanair, con sus vuelos desde Madrid y Lanzarote hacia Dakhla a partir de 29,99 euros, está transformando una pequeña localidad sahariana en un destino accesible y atractivo para millones de turistas. Esta ruta, que implica directamente a Canarias, no puede ser ignorada: Dakhla se presenta como una alternativa exótica para quienes buscan aventura, autenticidad y, sobre todo, precios más bajos. No es simplemente una adición a la oferta turística global, sino una opción que podría atraer incluso a los residentes canarios, acostumbrados a viajar a la península ibérica u otras islas cercanas para su tiempo libre.
Mientras tanto, easyJet ha inaugurado vuelos directos desde Lisboa y Oporto hacia la isla de Sal, en Cabo Verde, con tarifas que comienzan en 83,99 euros. Transavia completa el panorama con conexiones desde París y Ámsterdam hacia Sal y Boa Vista. Estos precios, combinados con la posibilidad de organizar triangulaciones de vuelos, ofrecen a los turistas una nueva libertad de elección, poniendo a Canarias en competencia directa con destinos que, hasta hace pocos años, ni siquiera estaban en el radar del turismo masivo. Cabo Verde, con su clima tropical, playas vírgenes y un costo de vida inferior, se está posicionando como una alternativa cada vez más creíble.
Pero el verdadero riesgo no reside únicamente en las cifras de los nuevos vuelos o en los precios competitivos. El peligro está en la narrativa que se está construyendo en torno a estos destinos: Dakhla y Cabo Verde no se presentan como simples alternativas, sino como experiencias auténticas e inexploradas, alejadas del turismo masivo. Una imagen que podría atraer especialmente a los jóvenes y viajeros más dinámicos, que hoy representan una porción creciente del mercado turístico. Y esto mientras Canarias, en ocasiones, es percibida como un destino “consolidado”, casi predecible, aunque aún tenga mucho que ofrecer.
Canarias no puede permitirse ignorar esta señal. Los residentes, que conocen mejor que nadie las dinámicas del turismo local, saben cuánto depende la economía del archipiélago de su capacidad para atraer y retener visitantes. El turismo es el corazón de Canarias, pero para mantener este liderazgo hay que adaptarse, innovar y renovarse. Las infraestructuras, ya excelentes, no son suficientes. Es necesario apostar por una oferta que combine sostenibilidad, experiencias auténticas y, sobre todo, nuevas estrategias de marketing para devolver el foco a la singularidad de las islas.
La expansión de las rutas de bajo coste hacia Dakhla y Cabo Verde es una oportunidad para los viajeros, pero una señal de alerta para Canarias. El riesgo no es solo perder parte de los flujos turísticos, sino también que estos nuevos destinos se apropien de esa narrativa de “exótico, auténtico y asequible” que durante años ha hecho a Canarias imbatible.