La calima, ese polvo fino proveniente del Sahara que afecta con cada vez más frecuencia a las Islas Canarias, no es solo un fenómeno molesto desde el punto de vista visual y ambiental. Sus partículas microscópicas se infiltran en el aire, provocando irritaciones respiratorias, fatiga y reacciones alérgicas, especialmente en las personas más sensibles. Entre los principales responsables de este malestar se encuentra un aumento en la producción de histamina en el cuerpo, una molécula que el sistema inmunitario libera como respuesta natural a estímulos externos. Pero, ¿qué sucede cuando la histamina se vuelve excesiva?
La histamina, aunque cumple una función importante en la regulación de las defensas inmunitarias, se convierte en un problema cuando su nivel es demasiado alto. En condiciones de calima, el sistema respiratorio está constantemente irritado y el cuerpo produce más histamina para combatir esta agresión, provocando síntomas como congestión nasal, picor, dificultad para respirar, dolor de cabeza e incluso problemas digestivos. En estas situaciones, una de las formas más efectivas de ayudar al organismo a recuperar el equilibrio es prestar atención a la alimentación, eligiendo alimentos que reduzcan el aporte de histamina y limiten su liberación.
Durante los días de calima, es importante evitar aquellos alimentos que contienen histamina en abundancia o que estimulan su producción. Alimentos como los mariscos, los productos en conserva o ahumados, los tomates, las fresas, el chocolate y los quesos curados pueden empeorar significativamente la situación, ya que aportan al cuerpo más histamina para metabolizar. También se debe limitar el consumo de alcohol, en particular el vino tinto, ya que facilita la absorción de alérgenos, aumentando la reactividad del organismo.
Por el contrario, optar por una dieta basada en alimentos frescos y naturales puede marcar una gran diferencia. Alimentos como las carnes blancas, el pescado fresco, los huevos y los cereales integrales, como el arroz o la quinoa, son opciones ideales, ya que no sobrecargan el sistema inmunitario y proporcionan al cuerpo los nutrientes necesarios para funcionar de la mejor manera. También las verduras de hoja verde, ricas en vitaminas y minerales, contribuyen a reducir la inflamación y a mantener el organismo hidratado. Las frutas frescas, como las manzanas, el melón, el mango y los albaricoques, son otra opción válida, ya que aportan energía y ayudan a contrarrestar el estrés oxidativo provocado por las partículas del polvo sahariano.
La calima, aunque es un fenómeno natural e inevitable, puede afrontarse de manera consciente. Pequeños ajustes en la dieta pueden ayudar a reducir los síntomas y a mejorar la calidad de vida en los días más críticos. La alimentación se convierte, por lo tanto, en una herramienta fundamental: elegir alimentos simples, frescos y nutritivos permite aliviar la carga del organismo, limitando el impacto de la histamina y manteniendo el cuerpo en equilibrio.
Cuidarse a través de lo que comemos es un gesto de responsabilidad hacia nuestro bienestar. Durante los días de calima, prestar atención a la alimentación no es solo un consejo útil, sino una verdadera estrategia para afrontar de la mejor manera los desafíos de un entorno hostil.