Alfredo Garrido García fue un artista único, capaz de hablar al corazón de millones de personas con su música. Nacido en Bilbao en 1933, Garrido dedicó su vida al arte en todas sus formas, dejando una huella imborrable en el panorama musical español. Aunque nos dejó en septiembre de 2024, su recuerdo vive en cada nota, en cada melodía que nos regaló.
La carrera de Alfredo Garrido fue larga y llena de éxitos. Sus inicios se remontan a los años 50, cuando comenzó a explorar el mundo del folklore vasco. Con tan solo 22 años, fundó el grupo Los Chimberos, que alcanzó la fama en 1958 con la canción Las chicas de la Cruz Roja. Este éxito lo lanzó hacia una carrera internacional que lo llevó a actuar en Europa, África, Oriente Medio y América Latina, donde su talento como compositor comenzó a destacar.
Pero fue en los años posteriores cuando Alfredo Garrido encontró su verdadero camino, convirtiéndose en un icono de la música infantil. Sus versiones en español de las canciones de apertura de dibujos animados como Mazinger Z, Marco, La abeja Maya, Pippi Calzaslargas y Vickie el Vikingo llegaron al corazón de generaciones enteras. No eran solo canciones: eran historias, emociones y aventuras que acompañaron los sueños de millones de niños, creando recuerdos imborrables.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de su impacto cultural es la estatua gigante de Mazinger Z en Cabra del Camp, Tarragona. Construida en 1978, este monumento no solo es un homenaje al famoso robot, sino también un tributo a Garrido, cuyo nombre está inscrito en la plaza que alberga la estatua. «Mazinger Z me ha dado tanto – decía Alfredo –. Todavía hoy, cuando participo en eventos o ferias, me sorprenden las largas filas de personas que me piden autógrafos. Es una emoción indescriptible».
Garrido no solo fue un intérprete, sino también un productor y director artístico de gran éxito. En 1971 fue nombrado director artístico de Philips-Polygram, donde trabajó con artistas de la talla de Nino Bravo, Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Plácido Domingo y Luz Casal. Gracias a su sensibilidad y talento, lograba crear conexiones profundas entre el artista y el público, convirtiendo cada proyecto en un éxito.
Alfredo también tenía un vínculo especial con las Islas Canarias, donde era invitado frecuente a eventos culturales. En 2018 participó en una exposición en Icod de los Vinos, dedicada a los 40 años de Mazinger Z. El evento atrajo a miles de visitantes, demostrando cuánto seguía siendo querido y apreciado por el público.
La música de Alfredo Garrido García no era solo una forma de arte, sino un puente entre las personas, una herramienta para transmitir emociones y crear vínculos. Su voz sigue resonando en los recuerdos de quienes crecieron con sus melodías y en los corazones de quienes tuvieron la suerte de conocerlo.
Aunque Alfredo ya no esté con nosotros, su espíritu vive a través de su música. Cada canción, cada nota que compuso o interpretó, es un pequeño pedazo de eternidad que seguirá emocionando e inspirando a generaciones futuras. Alfredo Garrido García nos dejó un regalo invaluable: el poder de la música para hacernos sentir vivos, conectados y felices. Gracias, Alfredo, por regalarnos una vida llena de magia.