Rey don Amadeo I, un monarca italiano elegido democráticamente por las Cortes de Madrid, nunca aceptado por la nobleza española.
En España, pocos recuerdan que entre sus monarcas hubo un rey italiano llamado para llenar un vacío institucional y evitar una guerra civil.
Amedeo Fernando María de Saboya, duque de Aosta, nació en Turín el 30 de mayo de 1845, tercer hijo de Víctor Manuel II y María Adelaida de Habsburgo-Lorena.
Tras la revolución antiborbónica de 1868, durante el tumultuoso periodo conocido como el “Sexenio Democrático”, un Gobierno Provisional promulgó la Constitución española de 1869, que confirmaba el principio monárquico excluyendo a los Borbones y comenzando la búsqueda de un nuevo soberano.
El general Juan Prim y Prats, garante del Gobierno Provisional, propuso la corona a Amadeo de Saboya, duque de Aosta, quien aceptó solo tras obtener el consentimiento de las principales potencias europeas.
El 26 de noviembre de 1870, Amadeo fue elegido rey de España con el nombre de Amadeo I.
Por primera vez, en la parte central del escudo de la Corona de España, reservada al símbolo de la familia reinante, apareció la cruz de Saboya de los reyes de Italia (hoy ocupada por las tres flores de lis de la casa Borbón-Anjou).
Partiendo de La Spezia el 26 de diciembre de 1870 y llegando a Cartagena el 30 de diciembre, Amadeo recibió la trágica noticia del asesinato de su partidario, el general Prim, víctima de un atentado en la capital.
Al llegar a Madrid el 2 de enero de 1871, juró sobre la nueva Constitución ante las Cortes, rindió homenaje a los restos de Prim en la Basílica de Atocha y visitó a la viuda del general.
En su discurso inaugural, Amadeo I declaró su intención de reinar respetando las aspiraciones del pueblo español, comprometiéndose a mantener la confianza política y a no interferir en la actividad parlamentaria.
Los Saboya eran admirados en España por la reciente unidad de Italia y su moderna constitución monárquica, pero también eran mal vistos por los desilusionados defensores del carlismo y los nostálgicos de la casa Borbón por la reciente anexión del Reino de las Dos Sicilias.
La Iglesia española también mostró hostilidad hacia él debido a que Roma y el Estado Pontificio cayeron en manos de los mismos monárquicos italianos.
Amadeo trató de acercarse al pueblo español con un estilo de vida sobrio y gestos de humildad, como viajar en tranvía, frecuentar tiendas y participar en funciones religiosas.
La reina consorte, María Victoria, se dedicó a obras de caridad, fundando hospitales, escuelas y comedores para los pobres.
Sin embargo, su rechazo a los fastos reales y sus iniciales dificultades con el idioma español la convirtieron en objeto de burla entre los aristócratas, quienes apodaron a Amadeo como “don Macarrón I”.
La nobleza expresó su oposición con gestos simbólicos, como exhibir mantillas isabelinas y carlistas o, como ocurrió en un concierto en el Parque del Retiro, donde nadie se levantó al entrar la reina consorte María Victoria.
Conocido también como el rey caballero o el electo, su reinado, que duró poco más de dos años, estuvo marcado por una grave inestabilidad política y social.
Seis gobiernos se sucedieron en un periodo de profunda crisis económica, agravada por el conflicto independentista en Cuba y la tercera guerra carlista que estalló en 1872.
En este tenso clima, el rey fue blanco de dos atentados, el más grave de los cuales ocurrió en julio de 1872 en la Calle del Arenal, en Madrid.
Un grupo de atacantes salió de la Calle San Ginés y abrió fuego contra el carruaje real, pero gracias a la rápida reacción de la escolta, ningún miembro de la familia real resultó herido.
Uno de los atacantes fue neutralizado, mientras los demás escaparon por las calles adyacentes.
Para demostrar valor, al día siguiente Amadeo recorrió nuevamente la misma calle en un carruaje descubierto, recibiendo el caluroso aplauso de los ciudadanos.
A pesar de algunos momentos de apoyo popular, las fuerzas contrarias a su monarquía se coaligaron: republicanos, carlistas y alfonsinos unieron fuerzas para poner fin a su reinado.
El conflicto con el gobierno alcanzó su punto culminante cuando Amadeo se negó a disolver el Cuerpo de Artillería, evento que le dio el pretexto para abdicar.
El 11 de febrero de 1873 anunció su decisión irrevocable, facilitando el advenimiento de la Primera República Española.
Al regresar a Turín, feliz de haberse liberado de una tarea ingrata, fue recibido por una multitud festiva.
Tres años después, debilitada físicamente y atormentada por el periodo madrileño, María Victoria murió a los 29 años, mientras que Amadeo de Saboya, afectado por una neumonía, vivió solo hasta los 45 años.
Hoy, los restos de Amadeo reposan en la cripta real de Superga, en las verdes colinas de su adorada Turín, donde su figura permanece como símbolo de dedicación e integridad en un reinado marcado por la inestabilidad y las contradicciones.