Mitos sobre el frío y los niños: aclaremos las ideas.

Scritto il 01/02/2025
da VivileCanarie ,

Con la llegada del frío, comienzan a circular numerosos comentarios y creencias populares, muchas de las cuales carecen de cualquier fundamento científico. Aunque es cierto que en invierno se producen más infecciones respiratorias, es fundamental comprender cuáles son las verdaderas causas de este fenómeno.
 
Las bajas temperaturas, por un lado, favorecen la proliferación de ciertos virus responsables de resfriados y gripes. Por otro lado, el frío puede ralentizar el funcionamiento de los cilios, esos pequeños pelos presentes en la nariz y las vías respiratorias que actúan como un filtro natural contra los virus. Esta ralentización los hace menos eficaces para bloquear los agentes patógenos, aumentando así el riesgo de infecciones. Sin embargo, es importante subrayar que el frío no es la causa directa de estas enfermedades.
 
Existen otras dinámicas que determinan una mayor propagación de los virus durante los meses invernales, y muchas de las creencias al respecto son simplemente mitos. Una de las creencias más arraigadas es que si un niño tiene frío, inevitablemente se enfermará. En realidad, hay que saber que los virus se transmiten principalmente a través del aire. Las gotitas respiratorias, emitidas con saliva y moco durante estornudos o tos, representan el principal vehículo de contagio. Además, el contacto directo con superficies contaminadas puede provocar la transmisión, especialmente si se tocan los ojos, la boca o la nariz sin lavarse previamente las manos.
 
Pensemos, por ejemplo, en los juguetes compartidos por varios niños en un espacio cerrado, o en gestos cotidianos como frotarse la nariz después de haber tocado una mesa contaminada. Algunos virus, además, pueden propagarse a través de las heces, por ejemplo, al cambiar el pañal de un niño enfermo. De todo esto se desprende claramente que el frío, por sí solo, no es un factor de contagio: lo que enferma es el contacto con una persona infectada o con superficies contaminadas por un virus.
 
Muchos padres también creen que caminar descalzo es una causa directa del resfriado. Esta idea, aunque extendida y transmitida de generación en generación, no tiene ningún fundamento científico. Los virus no entran por los pies, ni caminar descalzo afecta la capacidad del cuerpo para combatir los patógenos. Los niños se enferman porque entran en contacto con otros niños o adultos ya enfermos, que transmiten las infecciones a través de gotitas de saliva, estornudos o manos contaminadas.
 
Caminar descalzo, incluso en pleno invierno, no es, por tanto, un comportamiento arriesgado para la salud. Al contrario, a menudo es un hábito inofensivo que no debería preocupar excesivamente a los padres. Más bien, el verdadero riesgo radica en las interacciones sociales no protegidas, como jugar demasiado cerca de un compañero enfermo, sin prestar atención a la higiene personal. Otra creencia muy extendida está relacionada con el consumo de zumo de naranja.
 
A menudo se piensa que beber un vaso de zumo de naranja cada mañana puede prevenir resfriados y gripes gracias a su contenido de vitamina C. Aunque esta vitamina es ciertamente importante para el buen funcionamiento del organismo, el consumo de zumo de naranja no tiene un efecto directo sobre las defensas inmunitarias.
 
Al contrario, los zumos de fruta industriales suelen aumentar únicamente el nivel de azúcar en sangre, sin aportar beneficios tangibles al sistema inmunitario. Lo mismo ocurre con jarabes, suplementos vitamínicos u otros remedios caseros que prometen milagrosamente prevenir los males del invierno. No existe ninguna prueba científica que demuestre que estos productos puedan realmente aumentar las defensas inmunitarias. La solución más eficaz sigue siendo garantizar a los niños una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, proteínas y carbohidratos complejos. Esta combinación les proporciona todas las vitaminas y minerales necesarios para afrontar mejor los rigores del invierno.
 
Además, es importante considerar el entorno en el que los niños pasan la mayor parte del tiempo. Durante los meses de invierno, los espacios cerrados y poco ventilados favorecen la circulación de los virus. Escuelas, guarderías y hogares suelen ser los principales lugares donde los niños contraen infecciones, especialmente si no se presta atención a la higiene. Lavarse las manos con frecuencia, evitar compartir objetos personales como vasos o cubiertos y ventilar regularmente los ambientes son acciones simples pero fundamentales para limitar la propagación de los virus.
 
Por último, conviene recordar que la mejor manera de proteger a los más pequeños es proporcionarles la información y los hábitos adecuados. Enseñar a los niños a cubrirse la boca al toser o estornudar, a lavarse cuidadosamente las manos después de ir al baño y antes de comer, y a no acercarse demasiado a quienes están visiblemente enfermos puede marcar una gran diferencia. También la actividad física y el juego al aire libre, siempre que las condiciones climáticas lo permitan, ayudan a mantener a los niños sanos y activos.
 
En definitiva, es importante distinguir entre mitos y realidades cuando se habla de salud y niños durante el invierno. El frío, por sí solo, no es responsable de resfriados y gripes; más bien, es fundamental prestar atención a la higiene personal, evitar el contacto directo con personas enfermas y garantizar a los más pequeños una alimentación sana y completa. Informarse correctamente es el primer paso para proteger a los niños de manera eficaz y para afrontar el invierno con mayor tranquilidad.