Granjas autosuficientes: la ruta que el archipiélago ha elegido

Scritto il 05/09/2025
da Enrico Gatti

No es un sueño fuera de tiempo: un camino medible que combina energía limpia, agua disponible todo el año y cuidado del suelo. El objetivo no es cerrarse en la finca, sino abrirse a redes y tecnologías que reduzcan desperdicios, emisiones y fragilidades. Es la dirección en marcha: pasos ya dados, otros en proyecto, para resistir sequías y costes energéticos sin perder calidad.

Energía. El marco sobre autoconsumo (Real Decreto 244/2019) ha simplificado el fotovoltaico y la compensación de excedentes hasta 100 kW. Para una finca significa alimentar bombas, cámaras frigoríficas y talleres con kWh limpios y predecibles, junto con baterías. Crecen las comunidades energéticas rurales: producir y compartir electricidad cerca de los campos limita pérdidas y estabiliza los costes. Menos gasóleo, más resiliencia.

Agua, barómetro del futuro. Hablamos de infraestructuras en evolución: balsas interconectadas, reutilización de aguas depuradas, desalación más eficiente. Una gran planta en el sur ha duplicado su capacidad, convirtiendo miles de metros cúbicos diarios en agua de riego y reduciendo vertidos. En el norte llegan nuevos tratamientos terciarios; en las zonas más áridas operan módulos portátiles de ósmosis inversa. Es una garantía para invernaderos, frutales y plataneras que necesitan calendarios de riego fiables.

Conocimiento aplicado. Servicios públicos y centros de investigación traducen el clima en decisiones de campo: consejos de riego basados en datos de suelo y meteorología, mapas de humedad, sensores de bajo coste, modelos de evapotranspiración. Regar “con datos” y no “por calendario” reduce agua y energía de bombeo, limita el lavado de nutrientes y preserva los suelos de la erosión. Es sostenibilidad medible con contadores y análisis, no una etiqueta de marketing.

En el frente económico: con fondos PEPAC la modernización se acelera. Se ven microfotovoltaica en almacenes, invernaderos más eficientes, redes de riego renovadas, registros digitales. Doble efecto: menores costes y procesos más limpios a lo largo de la cadena. En un mercado que exige transparencia, documentar huella hídrica y de carbono no es un detalle: significa seguir siendo atractivos para buyers y distribución organizada.

Nada de aislamiento. La autosuficiencia aquí es equilibrio dinámico con las redes públicas. Cuando la red eléctrica integra más renovables —el experimento de El Hierro es un faro— la finca que autoproduce trabaja en sinergia: inyecta cuando puede, consume cuando necesita. Lo mismo con el agua: la reutilización y la desalación alivian los acuíferos; las balsas equilibran entre costa y cumbre.

La ruta se ve. Cerca del mar prevalecen el riego por goteo, acolchados y cubiertas vegetales contra la evaporación; en altura, donde el viento refresca pero seca, se trabaja con cortavientos, turnos de riego breves y variedades resilientes. Las podas se convierten en enmiendas, los restos alimentan transformaciones locales; la refrigeración se apoya en sombreo y ventilación junto al frío mecánico. Cada kWh ahorrado y cada litro recuperado se transforman en margen y seguro climático.

El contexto es severo: períodos prolongados de escasas lluvias han llevado a prórrogas de la emergencia hídrica, con embalses por debajo de la media y restricciones temporales. Precisamente por eso la autosuficiencia inteligente no es un capricho sino una necesidad. Sirve para no quedar desprevenidos cuando el alisio se detiene o la humedad cae; protege bancales, variedades locales y saberes agrícolas. Aquí la sostenibilidad es gestión cotidiana: turnos ordenados, mantenimiento de canales, monitoreo constante del recurso.

También hay una dimensión cultural. Cadena corta como elección ambiental antes que comercial: transformar en origen, vender cerca, acortar transportes, contar el origen con trazabilidad digital. Cada paso reduce CO₂ por kilo de producto y construye confianza. Tecnologías accesibles —paneles, sensores, software— sostienen una agricultura profesional que usa datos para ahorrar recursos y elevar la calidad.

La ruta ya está trazada. Autoconsumo más ágil, inversiones en depuración y desalación, asesoría pública sobre agua, fondos para modernización: las piezas están. El siguiente paso es hacer masa crítica, con comunidades energéticas e hídricas que unan empresas, cooperativas y municipios. La verdadera autosuficiencia no nace en soledad: crece en la alianza entre quienes producen alimentos, quienes gestionan redes y quienes custodian territorio y mar. Si el proyecto sigue con rigor, la cosecha no será solo económica: menos emisiones y extracciones, una agricultura más justa para quien trabaja y más ligera para el planeta.