Cada septiembre, Güímar renueva uno de los ritos más identitarios de Tenerife: la Romería del Socorro. Es la “bajada” y luego la “subida” de la Virgen del Socorro, que el 7 y 8 de septiembre une la ciudad con su costa en una procesión de pasos, cantos y promesas. La confirmación de las fechas llega de los portales oficiales: el evento se celebra el domingo 7 y lunes 8 de septiembre, con el descenso hasta el litoral y el regreso de la imagen a la ciudad.
Los mismos canales institucionales recuerdan que esta es la romería más antigua de todo el archipiélago, un primado que explica la intensidad de la participación. El recorrido une la Iglesia de San Pedro Apóstol con la Playa de El Socorro, en el tramo costero conocido como Chimisay, lugar que la tradición asocia con la antigua aparición mariana.
El 7 de septiembre, al término del camino, en la playa tiene lugar la representación de la aparición: un rito popular que rememora el encuentro entre los guanches y la imagen, fijando en la memoria colectiva el vínculo entre fe y territorio. Al día siguiente, el 8 de septiembre, la estatua asciende de nuevo hacia San Pedro en la “subida”, y a la altura de La Asomada se celebra el tradicional juego del “pares o nones”, también parte del ceremonial.
La historia que custodia la fiesta es antigua: según las crónicas locales, la devoción del Socorro se entrelaza con el culto de la Candelaria y con el relato de un hallazgo ocurrido hace siglos en las playas de Güímar, antes de la conquista castellana. La leyenda, transmitida y rememorada cada año, da sentido a la peregrinación y explica la intensidad emotiva de estos dos días.
No es solo memoria. El valor cultural del lugar está reconocido jurídicamente: la amplia explanada litoral vinculada a la “Ceremonia de los Guanches”, el Llano de la Virgen, está declarada Bien de Interés Cultural como Sitio Histórico por el Gobierno de Canarias (Decreto 50/2009), testimonio de la profundidad simbólica que la fiesta posee para la comunidad.
Vivirla de cerca significa aceptar los tiempos de la procesión y dejarse guiar por los códigos de la tradición: los cantos del tajaraste, el olor a albahaca, las vestiduras de los romeros, las cofradías que abren y cierran el cortejo. El itinerario es accesible y la ciudad habilita puntos de observación a lo largo del recorrido; para horarios y movilidad conviene orientarse con los canales oficiales de turismo y del ayuntamiento, dado que los flujos pueden ser importantes, sobre todo en las cercanías de la costa.
En el fondo, la Romería del Socorro sigue hablando al presente porque recompone identidad y paisaje en un solo gesto colectivo. Cada 7 y 8 de septiembre, Güímar renueva el pacto con sus orígenes, acompañando la estatua entre el centro y el mar, y dejando que sea el camino quien lo cuente. Es una lección de continuidad: un rito que no vive de números o efectos, sino de la fidelidad de un pueblo a su propio camino.