El mes de agosto puso de manifiesto una evolución heterogénea en el mercado de las criptomonedas, una dinámica que en los últimos años parece haberse consolidado como una característica estructural del sector. En este contexto, Ethereum superó a Bitcoin, respaldado por importantes flujos institucionales y un renovado interés por los activos relacionados con el desarrollo de las infraestructuras digitales.
Si se observa el mercado en función de sus principales usos —desde las monedas digitales hasta las meme-coins, pasando por los tokens de infraestructura diseñados para favorecer el crecimiento de los ecosistemas descentralizados—, se observa que el mes pasado también Solana y Cardano, competidores directos de Ethereum, registraron resultados positivos. Por lo tanto, la atención de los inversores parece orientarse con cada vez más convicción hacia el componente tecnológico de las criptomonedas, con especial referencia a las aplicaciones de las finanzas descentralizadas (DeFi), que hoy en día representan uno de los segmentos innovadores del mercado.
Parte de este renovado interés tendría raíces especulativas: ya se han observado ciclos de fuerte propensión al riesgo en 2021, 2022, 2024 y 2025, fases en las que Ethereum ha mostrado a menudo una tendencia a superar a Bitcoin, lo que indica un grado aún limitado de institucionalización de la clase de activos. Sin embargo, atribuir las dinámicas recientes exclusivamente a factores especulativos sería reduccionista. Sin duda, la decisión de la Reserva Federal de poner fin a su programa de vigilancia especial sobre las actividades bancarias relacionadas con las criptomonedas y las fintech, integrándolas en los procesos habituales de supervisión, ha contribuido a influir en la confianza. El mercado interpretó la medida como una señal de una actitud más acomodaticia por parte del regulador, con posibles implicaciones favorables en términos de una mayor integración de los servicios criptográficos en el sistema bancario tradicional y el desarrollo de nuevas soluciones en el ámbito de las finanzas descentralizadas (DeFi).
Si situamos los recientes acontecimientos en una perspectiva más amplia, podemos observar que los resultados divergentes de agosto se inscriben en la ciclicidad natural del sector: ya se han producido episodios similares en el pasado, basta pensar en cuando, tras la elección de Trump, Dogecoin y Ripple (XRP) registraron subidas muy superiores al resto del mercado.
Otro elemento interesante proviene del análisis de los flujos de capital, que confirman que la atención institucional se está centrando cada vez más en Ethereum. De hecho, los ETP vinculados a ETH han registrado entradas netas récord por valor de 4000 millones de dólares, mientras que los instrumentos sobre Bitcoin han registrado salidas por valor de unos 600 millones. Una diferencia notable, que sugiere que los inversores parecen considerar ahora a Ethereum no solo como un activo especulativo, sino como una infraestructura tecnológica de referencia para las finanzas del futuro. Por otra parte, el creciente uso de ETH como activo de tesorería por parte de algunas empresas demuestra que su adopción está evolucionando progresivamente de instrumento de inversión a componente operativo de las estrategias empresariales.
En cuanto a las correlaciones, Bitcoin sigue destacando por su perfil peculiar en comparación con otras clases de activos. Tras un periodo en el que su evolución estuvo fuertemente vinculada a activos con un alto componente especulativo, como el Nasdaq, esta conexión se ha ido atenuando progresivamente. Paralelamente, se ha registrado un aumento de la correlación con el oro, una tendencia que, de consolidarse, podría reflejar la creciente percepción del Bitcoin como reserva de valor potencial y componente útil para la diversificación dentro de una cartera multiactivos.