Bajo el sol del turismo masivo crece el malestar
Bajo el sol que atrae a millones de turistas cada año, las Islas Canarias muestran su fragilidad. Entre el turismo ilegal, el aumento de la delincuencia y los recortes en los servicios públicos, el paraíso español empieza a resquebrajarse.
El turismo sigue siendo el motor económico del archipiélago, pero también una fuente de desigualdad y tensión social. Mientras el gobierno regional apuesta por un modelo más responsable y “de calidad”, la realidad diaria revela un equilibrio cada vez más difícil entre desarrollo económico, legalidad y bienestar ciudadano.
Un paraíso bajo presión
Desde hace décadas, las Canarias son uno de los destinos turísticos más populares de Europa. Con más de 14 millones de visitantes al año, el turismo representa el corazón de la economía local, de la que dependen miles de empleos y una parte importante del PIB regional.
Sin embargo, el crecimiento constante del sector y la expansión de las actividades turísticas irregulares están poniendo a prueba la sostenibilidad del sistema y la calidad de vida de los residentes.
El plan “Canarias Destino 2025-2027” promete un turismo más equilibrado, basado en la calidad más que en la cantidad. Pero entre los anuncios institucionales y la vida real se abre una brecha cada vez más evidente: por un lado, una industria que empuja hacia el crecimiento; por otro, una sociedad local que empieza a sentirse saturada.
Abusos turísticos y malestar ciudadano
En los últimos meses, las autoridades canarias han intensificado la lucha contra los alojamientos turísticos ilegales, retirando cientos de establecimientos irregulares e imponiendo un registro obligatorio para los alquileres vacacionales.
Solo en 2025, en colaboración con Airbnb, se eliminaron 157 anuncios de alojamientos no conformes: barcos, caravanas y furgonetas convertidas en “mini hoteles” que operaban fuera de la normativa regional.
Aun así, el fenómeno sigue extendido. Las ofertas no autorizadas siguen proliferando, distorsionando la competencia y reduciendo la disponibilidad de vivienda para los residentes. Los alquileres de corta duración, mucho más rentables, hacen subir los precios y dificultan el acceso a una vivienda asequible.
En Tenerife y Gran Canaria, muchas familias denuncian una presión insoportable y el vaciamiento progresivo de los barrios tradicionales.
No sorprende, por tanto, la aparición de protestas y movimientos vecinales que reclaman una regulación más estricta y un modelo turístico más respetuoso con la vida local.
“Para muchos residentes, el derecho a la vivienda se ha convertido en un lujo, mientras barrios enteros se vacían para dar paso a los alquileres vacacionales.”
— Asociación Vecinos de Canarias, 2025
Servicios en crisis y sensación de inseguridad
El malestar social no se debe solo al turismo ilegal. A ello se suman los recortes en servicios esenciales y un aumento de la delincuencia en varias zonas de alta densidad turística.
Según los datos de 2025, Fuerteventura registró un incremento del 19,6 % en las infracciones penales, con más robos, agresiones y tráfico ilícito. En Maspalomas, en el sur de Gran Canaria, se contabilizan más de 3.000 delitos al año, entre ellos robos y casos de violencia.
En cambio, Las Palmas muestra una ligera disminución del 1,8 %, lo que indica que la seguridad depende en gran medida de la inversión pública y de la gestión local.
La relación entre inseguridad y deterioro urbano es evidente: cuando los barrios se saturan y los servicios públicos se debilitan, la calidad de vida se deteriora tanto para los residentes como para los visitantes.
Las carencias en el transporte, las largas esperas en la sanidad y el mal estado de algunas infraestructuras alimentan la sensación de abandono.
“La reducción de personal en los cuerpos de seguridad y en los servicios sociales”, señalan los sindicatos locales, “ha dejado a muchas zonas turísticas más expuestas a la microdelincuencia y a las tensiones sociales”.
Un círculo vicioso que amenaza el futuro
La combinación de turismo ilegal, recortes y criminalidad crea un círculo vicioso: la pérdida de control favorece el deterioro, el deterioro alimenta la inseguridad y la inseguridad reduce el atractivo turístico.
Así, el principal motor económico del archipiélago corre el riesgo de agotarse.
Muchos expertos reclaman un nuevo pacto social por el turismo, basado en normas claras, una mejor redistribución de los beneficios y la participación ciudadana.
No basta con atraer visitantes: es necesario garantizar que el turismo genere valor compartido y no se convierta en una fuente de exclusión o conflicto.
Un desafío que no solo afecta a las Canarias, sino también a otras regiones europeas que enfrentan la misma pregunta: ¿cómo conciliar prosperidad y sostenibilidad sin sacrificar la calidad de vida?
Las claves para un turismo más sostenible y seguro
1. Más control y menos improvisación
Mayor transparencia en los registros de alquileres turísticos, controles digitales y sanciones efectivas para quienes operen de forma irregular.
Incentivar, en cambio, a quienes cumplan con las normas urbanísticas y ambientales, apostando por la calidad de la oferta.
2. Seguridad y cohesión social
Más recursos para las fuerzas del orden en las zonas turísticas, planes de rehabilitación urbana y campañas de sensibilización contra el deterioro.
3. Residentes como protagonistas
Incluir a los ciudadanos en los procesos de decisión: presupuestos participativos, asambleas vecinales y proyectos de turismo comunitario que devuelvan protagonismo a los habitantes locales.
4. Turismo de calidad y respeto por el territorio
Diversificar la oferta apostando por el turismo cultural, natural y deportivo.
Gran Canaria, por ejemplo, ha obtenido el reconocimiento de “Destino Turístico Sostenible” gracias a sus políticas medioambientales y de inclusión social.
El futuro pasa por la legalidad
Las Islas Canarias se enfrentan a una encrucijada: seguir creciendo o aprender a hacerlo mejor. Un turismo sin reglas puede erosionar el tejido social y la belleza que lo sustenta. Solo apostando por la legalidad, la calidad y el bienestar compartido, el archipiélago podrá seguir siendo uno de los destinos más admirados del mundo. No solo por su clima eterno, sino por su capacidad para construir un modelo de convivencia y prosperidad duradero.

