Del Rechazo al Recurso: la Economía Circular Rediseña las Ciudades de Europa

Scritto il 14/10/2025
da Caterina Chiarelli

En las ciudades europeas está tomando forma una silenciosa revolución verde: la adopción del modelo de economía circular para repensar el consumo y la producción en clave sostenible. En lugar de “toma, usa y desecha”, las metrópolis apuntan a “reduce, reutiliza y recicla”, transformando los residuos en nuevos recursos.

Este giro surge de la urgencia de enfrentar los desafíos ambientales y climáticos, fortaleciendo al mismo tiempo la economía local. Según análisis recientes, la Unión Europea ha impulsado con firmeza la transición circular porque podría mitigar significativamente el impacto ambiental: aplicar los principios de la economía circular en los sectores urbanos (construcción, alimentos, transporte, energía, gestión de residuos) puede reducir hasta el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2050 y disminuir la producción de residuos urbanos aproximadamente en un tercio antes de 2030.

Más allá de los beneficios ecológicos, existen ventajas económicas y sociales: mayor eficiencia en el uso de recursos, ahorros para las empresas, cadenas de suministro más resilientes y nuevas oportunidades de empleo verde. En síntesis, ciudades más circulares significan ciudades más competitivas, limpias y habitables a largo plazo.

Muchos centros urbanos ya han abrazado esta visión. París, Ámsterdam, Glasgow, Milán y decenas de otras ciudades europeas han desarrollado estrategias específicas para cerrar el ciclo de los materiales e involucrar a ciudadanos y empresas en la transición.

Un informe de la OCDE de 2024 revela que tres cuartas partes de las ciudades y regiones europeas han puesto en marcha políticas de economía circular, con ejemplos virtuosos que van desde el País Vasco (España) —que apunta a incrementar en un 30% la productividad de los recursos y reducir un 30% los residuos antes de 2030— hasta Glasgow (Reino Unido), cuya Circular Economy Route Map centra la circularidad en el desarrollo local inclusivo y el bienestar de las comunidades.

En primera línea está Ámsterdam, considerada una ciudad modelo en este campo: desde 2015 la capital holandesa ha adoptado un plan de acción ambicioso para convertirse en 100% circular antes de 2050, reduciendo drásticamente el uso de materias primas vírgenes.

Ámsterdam ha experimentado el revolucionario modelo económico de la “rosquilla” de Kate Raworth e iniciado proyectos piloto concretos (Circular Amsterdam) para probar nuevos modelos de negocio circular —desde la reutilización de materiales hasta la economía compartida— involucrando a ciudadanos, empresas e instituciones en el proceso.

Precisamente de Holanda proviene uno de los ejemplos más creativos: una plataforma digital que permite a los residentes compartir o alquilar objetos de uso común en lugar de comprarlos, promoviendo la idea de acceso al servicio en lugar de la propiedad y reduciendo los desperdicios.

En toda Europa, iniciativas similares abarcan desde barrios de “residuos cero”, con sistemas avanzados de recogida y reciclaje, hasta centros para la reutilización creativa (por ejemplo, bibliotecas de objetos y talleres de reparación comunitarios), pasando por proyectos industriales de reciclaje creativo que transforman desechos en nuevos productos.

Se trata no solo de innovaciones técnicas, sino de un verdadero cambio cultural: administraciones, empresas y ciudadanos repiensan conjuntamente el concepto de residuo, atribuyendo nuevo valor a lo que antes se desechaba.

Esta transición, sin embargo, apenas está comenzando y no está exenta de obstáculos. Hoy en día, la economía circular representa aún solo una pequeña fracción del sistema económico: aproximadamente el 12% de los materiales utilizados en la UE en 2023 proviene del reciclaje, y las actividades circulares generan apenas el 2% del PIB y del empleo totales.

Muchas ciudades se esfuerzan por alcanzar los objetivos de reciclaje y prevención de residuos, y se necesitan políticas más contundentes desde el inicio (diseño ecocompatible, incentivos a la reutilización) para acelerar el cambio.

Además, el giro circular requiere inversiones, nuevos modelos de gobernanza urbana y, sobre todo, la participación activa de la ciudadanía, para que los comportamientos y hábitos cotidianos evolucionen en sentido sostenible.

A pesar de estos desafíos, la tendencia está en crecimiento y la innovación circular urbana continúa difundiéndose: gracias a redes internacionales de ciudades (como la Declaración de Ciudades Circulares) y al apoyo de la UE, las metrópolis europeas están convirtiéndose en laboratorios al aire libre donde experimentar una forma diferente de hacer economía —más atenta al medio ambiente y a las personas, pero sin renunciar a la prosperidad.

La economía circular en las ciudades, por lo tanto, no es solo un tema técnico para especialistas, sino un fenómeno económico y cultural de alcance global: marca el camino hacia un futuro en el que el crecimiento y la sostenibilidad irán de la mano, revolucionando nuestra forma de vivir la ciudad.​​​​​​​​​​​​​​​​