En un mundo cada vez más digitalizado y homogeneizado, muchas tradiciones populares corren el riesgo de caer en el olvido. Las Islas Canarias, sin embargo, custodian un patrimonio inmaterial de extraordinario valor: danzas, cantos, rituales religiosos y prácticas campesinas que narran la historia de un pueblo capaz de adaptarse al cambio sin perder su propia esencia.
Una de las tradiciones más emblemáticas es la Fiesta del Charco de La Aldea, que se celebra cada año en La Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria. Durante la celebración, cientos de personas se sumergen en las aguas del gran estanque para capturar peces con las manos, rememorando una antigua técnica de pesca prehispánica. Esta fiesta no es solamente un momento de folclore, sino un acto de memoria colectiva que reafirma el vínculo profundo entre comunidad y naturaleza.
Otra tradición hoy en vías de desaparición concierne al folclore infantil, compuesto por cantos, juegos y retahílas transmitidos oralmente de generación en generación. El advenimiento de la modernidad y la influencia de los medios digitales han reducido su difusión, pero algunas escuelas y asociaciones culturales están trabajando con empeño para recuperarlos. Su acción nace de la conciencia de que la salvaguarda de la cultura comienza precisamente desde la infancia, cuando la memoria se entrelaza con el descubrimiento y el juego.
Muchas otras prácticas, consideradas durante años marginales, están viviendo un verdadero renacimiento. Es el caso del Salto del Pastor Canario, la antigua técnica pastoril que utiliza un largo bastón para moverse por los terrenos escarpados: hoy es una disciplina reconocida y tutelada, con federaciones y encuentros regionales que la mantienen viva. Lo mismo ocurre con el Juego del Palo Canario, arte marcial tradicional redescubierto como parte integrante del patrimonio cultural y deportivo de las islas.
En tiempos recientes, el Gobierno de Canarias ha intensificado las acciones de tutela a través de la Ley 11/2019 sobre el Patrimonio Cultural, que reconoce y protege el patrimonio inmaterial, promoviendo su transmisión a las nuevas generaciones. En el ámbito de esta ley se ha creado un Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial —una base de datos pública que recoge prácticas, ritos, músicas y fiestas tradicionales en riesgo de desaparición.
Gracias a estas iniciativas, algunas tradiciones han obtenido importantes reconocimientos institucionales. En 2025, por ejemplo, los Ranchos de Ánimas de Gran Canaria, antiguos cantos devocionales por los difuntos, fueron declarados Bien de Interés Cultural (BIC) inmaterial, sancionando su valor espiritual e histórico. En el mismo año, se inició el proceso para reconocer también el Silbo Herreño, lenguaje silbado de El Hierro, como BIC, siguiendo los pasos del más célebre Silbo Gomero, ya Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO y enseñado hoy en las escuelas como símbolo de identidad y comunicación ancestral.
A nivel educativo, el programa EnSeñas Patrimonio, promovido por el Gobierno de Canarias, favorece la transmisión del patrimonio histórico y natural a través de talleres, actividades didácticas y redes entre escuelas. El objetivo es dar a conocer a los más jóvenes la cultura material e inmaterial de su territorio, transformándola en un instrumento de pertenencia y conciencia.
También numerosas festividades religiosas mantienen vivas antiguas simbologías. Entre las más significativas se distinguen los "Diabletes" de Teguise (Lanzarote), figuras enmascaradas que bailan por las calles durante el Carnaval, y las "Libreas" de El Palmar (Tenerife), representaciones populares del conflicto eterno entre el bien y el mal. Estas expresiones, todavía hoy custodiadas con dedicación por cofradías y grupos folclóricos, testimonian una continuidad cultural que resiste al tiempo y a las transformaciones sociales.
Las tradiciones populares canarias no pertenecen solo al pasado, sino que constituyen una parte viva del presente. Recuperarlas significa redescubrir valores de solidaridad, respeto por la naturaleza e identidad colectiva. Entre inventarios institucionales, programas educativos y el compromiso de las comunidades locales, Canarias demuestra que la tutela del patrimonio inmaterial no es nostalgia, sino proyecto cultural contemporáneo.
La tarea de las nuevas generaciones es hacer que estas herencias no se transformen en simples recuerdos, sino que continúen siendo experiencias compartidas, capaces de conectar el pasado con el futuro y de hacer vibrar, todavía hoy, la memoria de un archipiélago que habla a través de sus tradiciones.