El primero de enero de 1939, mientras Europa se preparaba para la guerra, la Wiener Philharmoniker tocó el primer concierto de Año Nuevo en el Musikverein de Viena. Era una idea del director Clemens Krauss: celebrar el año nuevo con Strauss, valses y polcas vienesas, música ligera que pudiera unir una ciudad ya dividida. Nadie imaginaba que ese concierto se convertiría en el evento musical más seguido del planeta.
Hoy el Concierto de Año Nuevo de los Wiener Philharmoniker se transmite en 93 países y es visto por 50 millones de espectadores. Los boletos se asignan mediante lotería online con una demanda que supera la oferta de 100 a 1. La sala dorada del Musikverein, con 1.744 asientos, se ha convertido en el templo de la tradición: mismo programa de valses y polcas de Strauss, mismo final con "An der schönen blauen Donau" y la "Radetzky-Marsch", donde el público aplaude guiado por el director. Cero improvisación, todo codificado. Y es precisamente esta rigidez la que ha creado el mito.
El formato ha inspirado al mundo. La Royal Albert Hall de Londres organiza los BBC Proms navideños desde 1895, pero es desde la posguerra que el Last Night of the Proms se ha convertido en evento nacional con "Land of Hope and Glory" cantada por 6.000 personas en sala y millones en directo por TV. El Metropolitan Opera de Nueva York transmite conciertos navideños en HD en los cines de 70 países desde 2006, transformando la ópera lírica en un blockbuster cinematográfico con recaudaciones de 60 millones de dólares por temporada.
La industria de la Navidad musical
Pero los conciertos clásicos son solo la punta del iceberg. Andrea Bocelli ha hecho del concierto navideño una marca personal: desde 1997 graba cada año un especial de TV que se vende a 40 redes internacionales. Su "Silent Night" desde una iglesia toscana en 2020, en pleno confinamiento, alcanzó 35 millones de visualizaciones en YouTube. El modelo Bocelli ha creado toda una industria de tenores navideños: Il Volo, Plácido Domingo, Jonas Kaufmann, todos con sus especiales de TV entre diciembre y enero.
Mariah Carey ha literalmente patentado la Navidad pop. "All I Want for Christmas" genera 2,5 millones de dólares al año solo de regalías desde 1994. Su concierto navideño anual es una franquicia replicada en 15 ciudades simultáneamente. Trans-Siberian Orchestra ha transformado el rock sinfónico navideño en giras de estadio con 100 millones de dólares de recaudación entre noviembre y enero.
La verdadera revolución ha sido la democratización vía streaming. Antes el concierto de Viena era para élites con boleto o para quien tenía TV nacional. Hoy YouTube permite a cualquiera verlo gratuitamente. Los Wiener Philharmoniker han entendido y desde 2013 transmiten también en Medici.tv con 5 millones de streams. Disney+ produce conciertos navideños originales con orquesta sinfónica, Netflix tiene especiales navideños musicales. El concierto navideño ha pasado de ritual exclusivo a contenido global on-demand.
Sin embargo, Viena mantiene el primado simbólico. Porque ese concierto del 1 de enero, con las mismas notas desde hace 85 años, representa continuidad en un mundo que cambia demasiado rápidamente. Y tal vez es esto lo que realmente buscamos en la Navidad musical: no innovación, sino la certeza de que algo permanece idéntico, año tras año, vals tras vals.
Fuentes: Wiener Philharmoniker Archives, BBC Proms Historical Records, Billboard Christmas Music Revenue Report 2024, The Metropolitan Opera Digital Stats

