Las Dunas de Maspalomas, situadas en el extremo meridional de la isla de Gran Canaria, representan uno de los ecosistemas naturales más preciosos y delicados de las Islas Canarias. Este complejo paisaje, extendido por unas 400 hectáreas, comprende dunas móviles de arena dorada, una larga playa de seis kilómetros, una laguna salobre (La Charca) y un oasis costero que acoge numerosas especies migratorias y endémicas, como el lagarto gigante de Gran Canaria (Gallotia stehlini).
Las dunas de Maspalomas se formaron hace unos 10.000 años, al final de la última era glacial, cuando las variaciones del nivel del mar y las corrientes oceánicas comenzaron a depositar arena procedente del fondo marino y de las costas africanas. A lo largo de los milenios, los vientos dominantes del este y sudeste han modelado estas dunas, convirtiéndolas en un ejemplo extraordinario de equilibrio natural entre mar, desierto y vegetación costera.
En el siglo XIX el área estaba escasamente poblada y utilizada solo por pescadores y pastores. A partir de los años 60, sin embargo, con el boom turístico de Canarias, Maspalomas se convirtió en un centro de fuerte expansión urbana. La construcción de hoteles, carreteras e infraestructuras turísticas alteró progresivamente el aspecto originario de las dunas, provocando erosión, pérdida de arena y reducción de las áreas naturales libres.
Un ecosistema bajo presión
En 1994, la Región Autónoma de Canarias instituyó la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas (Zona C-7), comprendiendo 403,9 hectáreas de hábitat protegido. El Plan Director del Gobierno de Canarias (IDECanarias, 2020) establece las líneas guía de conservación y uso sostenible.
Sin embargo, el ecosistema permanece amenazado por factores como:
- Pérdida de arena: unos 45.000 m³ al año terminan en el mar, reduciendo la altura y la extensión de las dunas.
- Crecimiento excesivo de la vegetación en áreas internas, que bloquea el movimiento natural de la arena.
- Pisoteo excesivo de los visitantes, con consecuente compactación del suelo y daño a la flora.
- Efectos del cambio climático, que amplifican la fuerza de los vientos y las variaciones térmicas.
Sin intervenciones de conservación continuadas, los expertos estiman que el sistema dunar podría estar seriamente comprometido en una sola generación.
El proyecto "Masdunas": el renacimiento del desierto costero
Para salvaguardar este ecosistema único, en 2018 el Cabildo de Gran Canaria, en colaboración con el Municipio de San Bartolomé de Tirajana y con el apoyo de los fondos europeos Next Generation EU, lanzó el proyecto Masdunas (Cabildo de Gran Canaria, 2024).
Los objetivos principales del proyecto son:
- Restauración natural de las dunas, a través del traslado controlado de arena desde zonas de acumulación a zonas erosionadas.
- Regulación del acceso público, con senderos delimitados y pasarelas para limitar la erosión por pisoteo.
- Recuperación de la flora autóctona mediante la plantación de especies estabilizadoras de la arena como Traganum moquinii.
- Protección de la fauna local, con particular atención a aves migratorias y reptiles endémicos.
- Educación ambiental, mediante paneles informativos, actividades didácticas y campañas de sensibilización dirigidas a turistas y residentes.
Iniciativas recientes: Masdunas II y nuevas acciones
En 2024 se inició la segunda fase del proyecto, "Masdunas II", que consolida y amplía las acciones precedentes. Según el Cabildo de Gran Canaria y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Gobierno de España, 2025), las actividades principales incluyen:
- Restauración física del sistema dunar, con la recuperación de más de 14.000 m³ de arena y la restauración del 85% del frente dunar previamente degradado.
- Aplicación de tecnologías avanzadas (modelos digitales del terreno y levantamientos fotogramétricos) para analizar la dinámica de las dunas y mejorar la precisión de las intervenciones.
- Eliminación de vegetación invasiva y estructuras abusivas, para restaurar las dinámicas naturales del viento y de la arena.
- Monitoreo científico constante, en colaboración con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, dirigido a estudiar la calidad de los sedimentos, la biodiversidad y las condiciones hidrológicas de la laguna costera "La Charca".
- Refuerzo de la vigilancia ambiental, gracias a la colaboración entre Cabildo, Guardia Civil y Cuerpo de Agentes de Medio Ambiente, para contrastar accesos ilegales y comportamientos dañinos.
- Campaña de sensibilización pública "Help Us Protect the Maspalomas Dunes", que anima a residentes y turistas a respetar los recorridos trazados, evitar la construcción de estructuras temporales de arena y no molestar a la fauna.
Estas acciones apuntan no solo a preservar el ambiente, sino también a garantizar un modelo de turismo sostenible, capaz de conjugar fruición y tutela.
Un patrimonio que custodiar
Las Dunas de Maspalomas son hoy reconocidas como un patrimonio ecológico de interés europeo, insertadas en la Red Natura 2000 y protegidas por normativas regionales y comunitarias.
Representan un ejemplo concreto de cómo ciencia, administración y comunidad local pueden colaborar para salvaguardar un ambiente frágil pero vital.
Para reforzar el valor naturalista del archipiélago, se añade el Parque Nacional del Teide, situado en el corazón de Tenerife. El Teide, con sus 3.718 metros de altura, es la montaña más alta de España y uno de los volcanes más emblemáticos del mundo. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007, el parque ofrece paisajes espectaculares dominados por formaciones rocosas como los Roques de García y por el cráter del Pico Viejo, además de una flora endémica que se ha adaptado a las condiciones extremas. Su importancia no es solo geológica, sino también científica: el Observatorio del Teide es uno de los centros astronómicos más avanzados de Europa, gracias al cielo límpido y a la baja presencia de contaminación lumínica.
Maspalomas y el Teide representan así dos caras de un mismo patrimonio natural: uno plasmado por el viento y el océano, el otro por el fuego y el cielo. Ambos cuentan la fuerza y la fragilidad de Canarias, donde naturaleza, ciencia y turismo pueden convivir en armonía.
Cada visitante puede contribuir con acciones simples:
- caminar solo por los senderos señalizados;
- no recoger arena, plantas o animales;
- respetar la tranquilidad de la fauna;
- informarse sobre los proyectos de tutela y participar en las iniciativas de sensibilización.
Solo a través de una participación consciente será posible asegurar que este extraordinario "desierto sobre el océano" continúe viviendo, manteniendo intacta su belleza y su valor naturalista para las generaciones futuras.

